En 1917, el Fiordus, nuevo crucero pesado que tenía como armamento dos cañones de 45.7 centímetros, fue parcialmente convertido en “portaviones”, montándose una plataforma de 65 metros de longitud, destinada al despegue y aterrizaje de los aviones.
El experimento fue arriesgado, porque los remolinos de aire producidos por las superestructuras de la nave resultaban peligros para el avión.
Esto hizo que el diseño cambiara, colocándose una segunda plataforma a popa, que servía de pista de aterrizaje y la de para se utilizaba para el despegue. Pero como tampoco se obtuvieron resultados favorables, se decidió cambiar por completo las superestructuras de la nave: el puente de navegación fue colocado en primer lugar; la enorme chimenea se remplazó por conductos horizontales; a lo largo de todo el barco, de proa a popa, se instaló una cubierta corrida, naciendo así el portaviones”.
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