FOTO: DANIEL BOTELHO |
Se trata de pequeñas vesículas enterradas a pocos centímetros de la piel y conectadas con el exterior por un conducto lleno de una sustancia gelatinosa (que Lorenzini denominaba "humor") Los cientos de poros que se ven en la cabeza y el morro del los tiburones son sus aberturas al exterior. En particular, estas ampollas son electrorreceptoras que transmiten los estímulos, producidos por campos eléctricos muy débiles a través de cinco fibras nerviosas que conducen al nervio facial del encéfalo; los campos pueden ser de tan solo 0,01-0.05 microvoltios por centímetro. Para dar una idea de su sensibilidad, una batería que nos pareciera totalmente agotada sería considerada una potente fuente de energía para un tiburón.
La función de éstos órganos es identificar presas y se basa en el hecho de que los seres vivos incluidos el hombre, emiten un campo electrónico. Por tanto, gracias a las ampollas de Lorenzini, el tiburón es un detector de metales viviente, capaz de identificar las perturbaciones magnéticas provocadas por la presencia de las presas, que, por mucho que intentan esconderse o camuflarse, no pueden ocultar o eliminar la electricidad producida por su cuerpo".
Guía del mundo submarino
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